Durante su adolescencia en Ecuador, Edgar Carrera a menudo se planteaba algunas de las preguntas más importantes: ¿De qué está hecho el universo? ¿Por qué existe? Durante su época universitaria, descubrió que el campo de la física era lo que más se acercaba a responder estas preguntas.
Se graduó en física, pero luego descubrió que en su país de origen no podría profundizar más en la materia. Ecuador tenía más de 40 universidades, pero solo tres ofrecían una licenciatura en física, y ninguna brindaba estudios adicionales.
“No me quedaba otra opción más que viajar al extranjero para especializarme, porque mi objetivo era la investigación”, dice Carrera. “Así que eso hice”.
Carrera participó en experimentos en los aceleradores de partículas más potentes del mundo: primero en el experimento DZero en el colisionador de partículas Tevatron del Laboratorio Nacional Fermi en los EE. UU., y luego en el experimento CMS en el Gran Colisionador de Hadrones del CERN en Europa.
Pero lo que realmente quería era asegurarse de que los futuros estudiantes tuvieran más oportunidades para estudiar física en Ecuador. Para ello, involucró un curso intensivo de física de dos semanas sorprendentemente influyente.
La escuela de física
En la década de 1960, el centro de investigación CERN junto con el Instituto Central de Investigación Nuclear (una organización asociada ubicada en la antigua Unión Soviética) comenzó a ofrecer a los estudiantes de doctorado programas educativos de dos semanas que les permitirían conocerse y relacionarse con los físicos más notables. A partir de 1993 comenzaron a organizar conjuntamente las escuelas en Europa cada año.
Pero Europa es un destino lejano para muchos físicos jóvenes, por lo que en 2001 Brasil se ofreció a servir como anfitrión de la primera de una nueva serie de escuelas auspiciadas por el CERN en América Latina, siguiendo el modelo de las escuelas en Europa. Setenta y un estudiantes asistieron ese primer año: 56 de ocho países latinoamericanos, 13 de Europa y dos de los Estados Unidos. Los 12 profesores de la escuela provinieron de la misma mezcla de regiones. El objetivo del programa fue plantar la semilla de una fuerte comunidad en física de partículas que crecería en las futuras generaciones.
La primera escuela fue un éxito, y ese éxito se ha ido transformando en un programa bienal llamado Escuelas Latinoamericanas de Física de Altas Energías de CERN (CLASHEP, por sus siglas en inglés).
“La ‘E’ del CERN significa ‘Europa’, pero ahora esa ‘E’ es más como ‘en todas partes’”, afirma Nick Ellis, quien ha sido director de CLASHEP desde 2010. “Estamos tratando de formar a los estudiantes para que tengan las mismas oportunidades que los europeos o norteamericanos y transmitir que esto es algo que pueden hacer en sus países de origen.
“Es un mensaje de que vamos hacia ellos. Nuestro objetivo no es identificar a las mejores mentes jóvenes y promover el éxodo intelectual desde América Latina hacia Europa. Esto está ayudando a formar a la próxima generación para que luego puedan ayudar a expandir los grupos experimentales existentes o emergentes de los países latinoamericanos. Esperamos que algunos de ellos sean los líderes del futuro”.
Carrera asistió a la escuela de 2013 en Perú como observador para aprender su funcionamiento. Luego lo incorporó en su estrategia para llevar a Ecuador, más oportunidades de investigación para la física de partículas.
Momentos que definen una carrera
A diferencia de muchas conferencias científicas, los programas CLASHEP no se realizan en las principales universidades ni en laboratorios de grandes ciudades o destinos turísticos. En su lugar, Ellis y su codirector, Martijn Mulders, colaboran con un comité organizador local en el país anfitrión para encontrar un lugar atractivo, pero relativamente aislado. Esto minimiza las distracciones y alienta a los estudiantes a interactuar entre ellos y con los profesores.
Después de llegar, los estudiantes pasan dos semanas sumergidos en una sucesión de disertaciones plenarias, debates, sesiones de pósteres y trabajos en grupo. Los estudiantes se dividen en equipos para colaborar en un proyecto de investigación con el fin de presentarlo ante todo el grupo: una lección diseñada para reflejar la naturaleza altamente colaborativa del trabajo en la física de altas energías.
Las escuelas son técnicas; están diseñadas para estudiantes a nivel de maestría y doctorado. Pero a veces se invita a estudiantes de pregrado, tanto por necesidad como para alentar su participación al inicio de sus carreras.
“En principio apuntamos a estudiantes de doctorado, pero en muchos países latinoamericanos no existe el doctorado”, dice Mulders. “En algunos casos es más difícil encontrar estudiantes que estén en el nivel adecuado para beneficiarse de las conferencias”.
Las escuelas traen a profesores de alto nivel, muchos de ellos de América Latina. Los oradores han incluido a Gabriela González, quien había sido portavoz de LIGO cuando el experimento descubrió las ondas gravitacionales, y Juan Maldacena, un físico teórico argentino que ha ganado muchos de los principales premios en el campo. En 2019, la directora general del CERN, Fabiola Gianotti, respondió las preguntas de los estudiantes en directo por videoconferencia.
“Motivó a muchos de los estudiantes de pregrado que pudieron participar como oyentes”, dice Carrera. “Al asistir a estas conferencias con personas que estuvieron muy cerca de ganar el Premio Nobel, la motivación que reciben es muy especial”.
Los organizadores y profesores de la escuela permanecen en el lugar con los estudiantes, brindándoles oportunidades de relacionarse durante el tiempo libre, como las cenas grupales y la celebración al final del curso.
“Estas escuelas realmente te ayudan a conocer a tus futuros colegas”, dice Karla Peña, quien actualmente está trabajando en su doctorado en la Universidad de Hamburgo con el experimento CMS en el CERN. “Ha sido mi caso”.
Peña, originaria de México, visitó por primera vez el CERN en 2013 a través de su Programa de Verano para Estudiantes. Cada verano, se otorga una plaza del programa a un estudiante mexicano mediante un proceso nacional de capacitación y selección, y Peña ganó esa plaza en su tercer año de estudios. Al igual que muchos físicos jóvenes, se embarcó en una serie de traslados para ganar experiencia y títulos: de la Universidad de Arizona a Yale, luego a la École Polytechnique de Francia y finalmente a ETH Zurich y CERN, donde escuchó que CLASHEP se realizaría en México en 2017.
“Pensé que era una buena oportunidad para volver a conectar con la comunidad de mi país y para conocer otros estudiantes de doctorado que actualmente están haciendo su investigación en México y en toda América Latina”, dice Peña. “Fue una bonita experiencia escuchar lo que la gente está haciendo y ver que se están realizando proyectos muy interesantes”.
Otros participantes del programa han descubierto que años después, la escuela y sus vidas siguen profundamente entrelazadas. Gabriela Navarro, física argentina, asistió a la primera escuela latinoamericana en Brasil en 2001. El CERN la exoneró del costo de inscripción y cubrió la mayoría de sus gastos de viaje, un beneficio que han ofrecido a muchos estudiantes latinoamericanos que han participado en el programa.
“La financiación y el apoyo son muy importantes para nosotros”, dice Navarro. “En nuestra región no es fácil encontrar recursos para ir a lugares, conferencias y escuelas, y fue muy lindo que pudiesen apoyarnos”.
Mientras estaba en la escuela, Navarro conoció a un físico mexicano que se convirtió en un muy buen amigo. Cuando más adelante se mudó a Colombia con su esposo, un físico cuyo tutor fue su líder de discusiones, su amigo la ayudó a encontrar un empleo en ATLAS.
“Todo está conectado”, continúa Navarro. “La escuela ha tenido un gran impacto en mi carrera”.
Navarro es ahora catedrática en la Universidad Antonio Nariño en Bogotá y dirige el grupo ATLAS allí, lo que demuestra el poder de las escuelas para fomentar el crecimiento a largo plazo en la física de partículas en América Latina.
Llevando a casa una carrera internacional
Desde 2011, cuando completara su postdoctorado en el CERN, Carrera se pasó años tratando de convencer al organismo nacional de financiamiento para investigación de Ecuador, la Secretaría de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación (SENESCYT), de que apoyara sus esfuerzos en establecer una colaboración formal entre Ecuador y el experimento CMS.
Los organizadores del CERN, Ellis y Mulders, lo invitaron a observar la escuela de física latinoamericana en Perú en 2013 como el primer paso para llevar el CERN a Ecuador. Mientras tanto, se reunió con Ellis y Mulders, directores de universidades ecuatorianas y la SENESCYT, y en 2015 organizó la primera escuela de física de Ecuador.
Además de definir el programa científico, se encargó de la contratación de hoteles, salas de conferencias y transporte, y probó restaurantes en los posibles sitios (“Nick [Ellis] en particular es muy riguroso al respecto”, dice Carrera). Incluso ha sido intérprete para una representante del organismo ecuatoriano de financiación.
Cuando en 2015 Carrera finalmente presentó la solicitud para que Ecuador se uniera a CMS, esta fue aceptada, lo que permitió que la universidad de Carrera aceptara los primeros estudiantes de Física en Ecuador. Carrera incluso ganó un premio especial del presidente, que había visitado el CERN y escuchado sobre la escuela mientras se encontraba en Ginebra. Carrera indica que la escuela es “una ingrediente clave” del éxito de la colaboración- y el futuro de la física de partículas en Ecuador.
“Muchos de los estudiantes de pregrado que asistieron a esta escuela están siguiendo una carrera en física de altas energías”, dice Carrera. “Esperamos que algunos de ellos regresen [a Ecuador] para ocupar los puestos”.